"A menudo olvidamos que el tiempo es un raíl por el que debe circular el tren de la felicidad."

-Allan Percy

dimarts, 11 de novembre del 2014

Escrito: Bonitos recuerdos, bonitas personas

Me hallo en una cafetería, un lunes lluvioso, bonito y melancólico... 

Esta mañana he llegado pronto a la estación de tren de mi destino, sin paraguas y temiendo de que se me mojaran los libros que traía conmigo (en especial uno que siempre suelo llevar conmigo.. de Benedetti, como no) he ido al encuentro de alguna cafetería que estuviera cerca. He salido corriendo de la estación y nada más cruzar el paso de peatones tenia una en frente. Mientras tanto esperaba a que cesara un poco de llover, me he ido a buscar mi café matutino, así que aquí estoy, sentada en una mesa desde la cual puedo ver la calle... Gente corriendo, empresarios a contrarreloj hacia el trabajo, niños con sus mochilas preparados para ir al colegio, otros andando y observando tranquilamente el momento pensando en quién sabe que,.. Como me gusta observar a la gente, me inquieta el pensar como se deben sentir y que les debe estar pasando en este momento; curiosidad. 

No sé si será el tiempo, es decir la lluvia y la música relajante de ésta cuando impacta sobre el suelo en conflicto con el ruido incesante de los vehículos, junto con el sonido de los transeúntes al pasar; no sé cual será el motivo de que tenga la sensación de que el tiempo se ha parado, supongo que habrá varios motivos los cuales desconozco. Así que me dispongo a ojear mi preciado libro, doy un sorbo a mi café aún humeante, y leo un par de poemas... Luego, de repente, me viene a la mente recuerdos de aquél día, del último día que había tenido esa sensación de que el tiempo se había parado, aunque la de ése día fue diferente a la de hace un momento. Me encontraba en un ambiente completamente diferente, a demás experimenté otras muchas sensaciones y emociones enlazadas con ésta, las cuales seria imposible revivir aquí, ahora. 
En mi cabeza tengo un cúmulo de pensamientos y momentos vividos que necesito impregnar en papel y así hacerlos eternos. Minuto a minuto, instante a instante, por efímero que sea, lo voy escribiendo en mi pequeña libreta, tratando de no dejarme nada. Frases, palabras e ideas sueltas, a la espera de ser encadenadas de la mejor manera que puedo... 

Un día de fin de verano, mientras paseaba por la calle sin rumbo alguno entre un mogollón de gente, algo me atrajo hacia una pequeña, antigua y auténtica iglesia la cual había visitado un tiempo atrás. Estaba abierta y vi que de poco en poco salía y entraba gente... Tenía curiosidad por lo que podía esconderse ahí, así que siendo fiel a mis impulsos, me acerqué hacia la entrada. 
Subí tres pequeños escalones de piedra la primera puerta, como de costumbre, era de madera y estaba castigada por el tiempo... Un paso más... Una pequeña mesa se encontraba justo al entrar, encima había una maleta antigua, con algún panfleto, bombillas, quizás algún reloj,... No me acuerdo muy bien. Para acceder ya al interior, giré hacia la izquierda... Antes de pasar por la puerta principal me fijé en que colgaba una bombilla justo encima de mi, bonito detalle. 
Recapitulando... Bombillas, relojes, detalles antiguos, luz, oscuridad,... Algo podría haber intuido de lo que me iba a encontrar, pero no quise apresurarme a imaginar lo que podría haber así que seguí a delante; tenía curiosidad. 
Al fin, entré. Me sorprendí. 
Era todo muy oscuro, pero entre esa oscuridad había pequeñas luces y velas prendidas que iluminaban lo mejor de ese sitio, lo necesario, no se necesitaba más, la luz era ideal y perfecta. Justo al entrar a la izquierda había la proyección de un reloj en toda la pared de piedra; un reloj antiguo, parado, y desde ese momento sentí que se había detenido el tiempo. A partir de ahí, embriagada por el sutil olor de las velas prendidas, a humedad y a mirra, volví a hacer una mirada rápida de todo lo que me rodeaba... Arte y belleza en estado puro. Ése sitio junto con esas obras, esa música estremecedora y emocionante como el lugar donde estaba, esa luz, el olor,... Transmitía una paz, una armonía...
Después de estarme unos minutos observando el mismo lugar donde se encontraba el reloj proyectado en la pared seguí adelante. Como ya he dicho todo iluminado por pequeñas cajas de luz, lamparitas y velas, empecé a seguir el orden marcado. Me encantó la forma que tubo el artista de enlazar a la perfección, la literatura, las fotografías, las palabras, los diferentes elementos que formaban parte de cada acto, la luz, la música, el olor, el sitio,...  

Cada acto estaba lleno de detalles y es que hasta el más mínimo detalle me fascinaba tanto cómo el anterior o el siguiente; me fijé en el color de las hojas, amarillentas, envejecidas por el tiempo y escritas a máquina... era auténtica belleza. 

A la vez que iba avanzando, acto por acto, me iba gustando más y más aún si cabe. A la vez que descubría partes de mi, me izo reflexionar, no solo sobre mi, sino de todo a lo que estamos sometidos, ahí reinaba la sencillez, la humildad, la sinceridad, la tranquilidad,... Todo lo que carece fuera de ése sitio. Ésa obra de arte me recalcó que lo más bello es lo más sencillo, que en nuestra naturaleza somos armonía, experiencias, palabras, sinceridad, humildad, instantes,... Y que cada vez nos estamos alejando más de lo que realmente somos, llegando al momento en el que para entonces ya será quizás demasiado tarde para rectificar, para volver a atrás y vivir más detenidamente, sin prisa, saboreando cada tic-tac. 

A parte, cada fotografía, frase, texto y montaje me transmitía algo diferente al anterior. Un nuevo mensaje. Se notaba de lejos que todo había sido hecho con el más puro de los sentimientos y desde el alma. 
Podía ver la historia que escondía cada elemento, cada pequeña obra,... Esto todavía le daba más encanto. El tiempo siguió detenido. En un momento, me fijé en otro detalle realmente bonito, éste formaba parte de la iglesia y eran las pinturas de las paredes, oscuras, medio caídas, me dió pena pero a la vez le daba un toque mágico junto con el suelo rústico y retorcido de piedra que le daba a la vez un toque personal... Iba en perfecta consonancia con la exposición. 
Ya se acercaba el final... No quería que se acabase y ojalá que pudiera estar ahí ahora mismo, pero tarde o temprano tenia que seguir con el orden hasta llegar al final, tenia que saber como terminaba y que se encontraba en ése punto. Las últimas palabras, las últimas historias, mensajes, emociones y sensaciones. Pasé por el último texto, éste en concreto de Julio Cortázar (Cómo dar cuerda a un reloj), magnífico!
Una maleta con fotos antiguas, más historias, más instantes efímeros inmortalizados, otra maleta antigua como la del principio, la última vela, la última luz, el último papel amarillento envejecido por el paso del tiempo, los últimos segundos materializados en pequeñas piezas de madera,... Fin. Terminó. 

Genial, mágico y maravilloso! A lo largo de la exposición, todas las palabras escritas, fuera o encima de las fotografías, de cada una de ellas, me llenaron, me transmitieron. Todo lo que el artista puso iba a la perfección, no faltaba ni sobraba nada. Me fascinó, me inspiró y me motivó. 
Excelente viaje, empezando por la primera maleta de la entrada y la bombilla colgando de la puerta, y terminando en la última vela que estaba junto con la última maleta y el “FIN” que indicaba que todo ya había acabado. ARTE. 

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 Un escrito sobre todo lo que viví en esa exposición, obra de arte de Juanan Requena. Nada más que decir, espero que guste... Que te guste. 







Art is a way of survival.